Las actuales herramientas tecnológicas mejoran la vida, pero pueden crear un pensamiento espasmódico y fragmentado
SI
no es fácil pensar el impacto que tiene el avance de la tecnología en
la vida contemporánea es porque carecemos de perspectiva para pensar los
fenómenos en tiempo real, es decir, en el momento mismo en que están
ocurriendo.
Podría afirmarse, sin embargo, que como Jano, el
mitológico dios romano de dos caras, el impacto que genera la tecnología
en la vida contemporánea tiene aspectos positivos y negativos, y trae
mejoras inmensas para la vida de las personas, así como riesgos
potenciales, que no deben ser olvidados. Una actitud equilibrada frente a
la tecnología supone apreciar lo que nos ofrece y estimular su avance, a
la vez que permanecer alertas frente a sus efectos indeseados.La tecnología ha mejorado nuestra vida en casi todos los órdenes, en particular en la medicina, en el comercio, en la industria, así como en numerosos campos de la actividad humana.
En forma complementaria, hay que recordar, como señala el pensador francés Paul Virilio, que inventar un objeto técnico significa inventar su propio accidente. El tren inventa la catástrofe ferroviaria, la electricidad da lugar a la electrocución, la energía atómica produce la bomba atómica.
Desde esta óptica, pueden analizarse algunas de las tecnologías que dominan la escena contemporánea, como es el caso, por ejemplo, de Internet y de las redes sociales. En efecto, éstas han permitido extender hasta límites inimaginables la capacidad para ponerse en contacto con los demás, han facilitado la vida de relación, y han permitido, como en el caso de Facebook, conectarse con gente a la distancia de una manera nunca vista antes.
También han permitido participar de espacios de afinidad, compartir intereses y definir grupos de pertenencia. En el caso de Twitter, a su vez, nos mantiene también conectados con gente a la que no tendríamos acceso de otro modo, nos permite generar nuevos vínculos e interactuar con la comunidad, independientemente del lugar en el que estemos. Esta herramienta ha posibilitado, a la vez, a los pueblos defenderse de los regímenes autoritarios y organizar su resistencia de manera efectiva.
Pero lo que hay que tener en cuenta es que la tecnología, más allá de ser un extraordinario instrumento, tiene también el poder de modelar subrepticiamente al hombre que la usa. En efecto, también estas tecnologías están comenzando a afectar la manera como pensamos. Y con ello puede estar cambiando de a poco la forma de ser del hombre frente al mundo.
La generación que ha crecido en estado de inmersión en Internet muestra, como efecto indeseado, un pensamiento de tipo espasmódico y una atención excesivamente fragmentada, que va minando la capacidad de las personas y, en particular, de los jóvenes, para concentrarse en una actividad que requiera un esfuerzo sostenido, sea una lectura larga o un análisis profundo de un texto. Porque aquellos formatos tecnológicos generan un acostumbramiento del cerebro a ser nutrido por pequeños fragmentos de comunicación y por el estilo multitarea, cosa que, adicionalmente, puede tornarse adictiva. Y las redes pueden convertirse en grandes consumidores del tiempo de los más jóvenes.
En la época que nos toca vivir es necesario no confundir la conectividad con la compañía, ya que nada reemplaza los vínculos directos con las personas. Y es necesario mantener la lucidez que nos permita siempre distinguir la información del conocimiento, y a su vez, el conocimiento de la sabiduría.
No sólo en los casos mencionados, sino en general el impacto de la tecnología es paradojal. Depende del uso que le demos, aprovecharemos todo lo bueno que trae, minimizando sus riesgos. Para ello es necesario mantener alerta el pensamiento, que es lo que tiende a permanecer rezagado frente al avance técnico, para que la tecnología siga siendo una herramienta de la cual nos sirvamos, y que no se convierta imperceptiblemente en una forma de deshumanización.
No es cuestión de mostrarse acríticamente favorables a la tecnología ni tampoco de convertirnos en críticos infundados de ella. Es necesario incorporar lo que nos traen los nuevos tiempos, acompañados siempre de una reflexión crítica..
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